Existen dos tipos de
intoxicación: Intoxicación Aguda e Intoxicación Crónica.
a.- Intoxicación Aguda:
Ocasionada por la ingestión
masiva de alcohol. La absorción de este alcohol por el organismo está
determinada por:
·
La graduación: concentración de alcohol en la
bebida.
·
La composición química de las
bebidas: puede favorecer la absorción del alcohol.
·
La presencia de comida en el estomago.
·
El peso del sujeto: menos peso, más absorción.
·
El sexo:
las mujeres son más sensibles.
·
La habituación: estados avanzados de alcoholismo
reducen la tolerancia al alcohol.
Una vez absorbido el alcohol, es
metabolizado en una compleja serie de reacciones. Los efectos, según la
cantidad, pasan por:
1. Frase prodrómica
(0,25 gr/L-0,3 gr./L) Cuando el
individuo percibe un cambio
en su estado mental. Determinados test
psicomotores y aptitud revelan alteraciones que afectan la percepción de los sentidos
y una disminución de los reflejos.
2. Excitación
(0,3 gr. / 1,5 gr/L) Perdida de
la inhibición y perdida del autocontrol con parálisis progresiva de los procesos
mentales más complejos. Este es el primer estado que puede comportar cambios de
personalidad.
3. Incoordinación
(1,5 gr/L-3 gr/L): Temblor,
confusión mental, incoordinación motriz: generalmente, la persona acaba
durmiéndose.
4. Coma y muerte (+3 gr/l).
b.- Intoxicación crónica:
Provocada por intoxicaciones
agudas repetidas o excesivas. La enfermedad dependerá del hábito de beber de
cada individuo. El beber consistentemente y en forma sostenida puede con el
transcurso del tiempo causar síntomas de supresión durante los períodos de no
tomar y un sentido de dependencia, pero esta dependencia física no es la única
causa del alcoholismo. Estudios sobre las personas con enfermedades crónicas
quiénes han tomado medicamentos para el dolor durante mucho tiempo han
encontrado que una vez que estas personas resisten el proceso
de retiro físico, a menudo pierden todo deseo para los medicamentos que habían estado
tomando. Para desarrollar alcoholismo, otros factores generalmente juegan un
rol, incluyendo la biología
y la genética,
la cultura y la psicología.
El alcohol y la química
cerebral
El deseo para el alcohol durante
la abstinencia, el dolor de la supresión y la tasa alta de recaídas se deben a
la adaptación y dependencia del cerebro a
los cambios en su química causados por el uso de largo plazo del alcohol. El
alcohol actúa como un depresivo en el sistema nervioso central y causa
relajación y euforia. En el cerebro, un grupo pequeño de mensajeros químicos,
conocidos como neurotransmisores, es responsable de los cambios en el
comportamiento después de beber alcohol.
Factores genéticos y el
alcohol
En las personas con alcoholismo
severo, los investigadores han colocado un gen que afecta la función de una estructura
de nervio-célula
conocida como receptor de dopamina D2 (DRD2), el cual, a su vez, influye la
actividad de dopamina. Este gen también se encuentra en las personas con el
trastorno de déficit de atención,
quienes tienen un mayor riesgo para el alcoholismo, y es también presente en
las personas con el síndrome de Tourette y autismo.
La asociación de este gen con estos problemas neurológicos conduce a algunos
expertos a creer que el gen receptor de dopamina D2 no es una causa primaria
del alcoholismo, pero que las personas con este gen tienen mayor probabilidad
de beber para tratar los síntomas psicológicos y conductuales de sus trastornos
neurológicos. Además, un estudio principal no encontró alguna conexión en lo
absoluto entre el gen DRD2 y el alcoholismo. Se necesita más trabajo en esta
área.
El alcohol, la depresión y la
ansiedad.
Algunas personas beben para
aliviar la ansiedad o la depresión, y teorías
se han propuesto sobre el hecho de que una tendencia hereditaria para la
depresión o la ansiedad pueden hacer a personas más propensas al alcoholismo.
Estudios han indicado, sin embargo, que cuando los niños de padres alcohólicos
son criados por padres no alcohólicos, sus riesgos
para el alcoholismo permanecen altos pero oportunidades para la depresión o la
ansiedad no son mayores que las de la población general. En efecto, la ansiedad
y la depresión mismas son causadas por el alcoholismo y pueden ser reducidas
después de la supresión del alcohol. La depresión y la ansiedad también pueden
desempeñar una función principal en el desarrollo de alcoholismo en los
ancianos y en otros quienes son sujetos a cambios de vida no deseados, como la
jubilación, la pérdida de un cónyuge o amigo(a) y los problemas médicos.
El alcohol y los efectos
físicos
El alcohol no está expuesto a
ningún proceso de digestión por lo que en su mayoría pasa primero al intestino
delgado para después ser absorbido por el torrente sanguíneo. Sólo una pequeña
parte llega directamente a la sangre a
través de las paredes estomacales. En la sangre el alcohol es metabolizado
(descompuesto para ser eliminado o aprovechado por el organismo) mediante el
proceso de oxidación. Es decir, se fusiona con el oxígeno
y se descompone de modo que sus elementos básicos abandonan el cuerpo de forma
de bióxido de carbono
y agua.
El primer lugar de oxidación es el hígado, el cual descompone aproximadamente
el 50% del alcohol ingerido en una hora. El resto permanece en el torrente
sanguíneo hasta ser eliminado lentamente.
El alcohol y los efectos
psicológicos
El alcohol afecta en primer
lugar al Sistema Nervioso Central y su ingerencia excesiva y prolongada puede
provocar daño
cerebral. Popularmente se cree que el alcohol incrementa la excitación, pero en
realidad deprime muchos centros cerebrales. La sensación de excitación se debe
precisamente a que al deprimirse algunos centros cerebrales se reducen las
tensiones y las inhibiciones y la persona experimenta sensaciones expandidas de
sociabilidad o euforia. Por eso se dice, que el alcohol "anestesia la
censura interna". Sin embargo, si la concentración de alcohol excede
ciertos niveles en la sangre interfiere con los procesos mentales superiores de
modo que la percepción visual es distorsionada, la coordinación
motora, el balance, el
lenguaje y la visión sufren también fuertes deterioros. Fuertes cantidades
de alcohol reducen el dolor y molestias corporales e inducen al sueño. Pero su
uso continuo irrita las paredes estomacales llegando incluso a desarrollarse
úlceras. Adicionalmente tiende a acumularse grasa en el hígado, interfiriendo
con su funcionamiento. En alcohólicos crónicos se provocan graves trastornos cerebrales,
hepáticos (cirrosis) y cardiovasculares (aumenta la presión
sanguínea y con ello el riesgo de un infarto).
Está demostrado que el alcohol incrementa el nivel de los triglicéridos (grasa
no saturada o vegetal en las arterias) y con ello también el riesgo de un
infarto. Finalmente, como es ampliamente conocido, el alcohol provoca adicción
física y dependencia psicológica.
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